Muchos de estos pueblos cercano a Mazatlán parecen estar congelados en el tiempo, entre la espesa flora de la sierra y el caluroso mar, las olas se mecen mientras a la distancia se levantan las minas de otras épocas. 

El puerto de Mazatlán ha estado íntimamente ligado desde antes de sus inicios con la región sur de Sinaloa, incluso antes de que llegasen los españoles, cuando el puerto y su valle eran campos de caza que utilizaban los totorames de estas tierras.

O ya en la colonia, cuando la sierra madre occidental dejó ver sus minerales a los exploradores, haciendo necesaria la existencia de un presidio que los protegiese de los ataques indígenas y vigilará el despoblado puerto.

Y finalmente en el México independiente, cuando el puerto comenzó a tomar relevancia económica e industrial, convirtiéndose en un foco de influencia para los pueblos vecinos. En resumen, la historia de Mazatlán hubiera sido otra si no fuera por los siguientes pueblos -a no más de dos horas de camino- que pintan de verde y azul profundo el fondo del puerto.

Si quieres visitar estos lugares cuando visites Mazatlán, hay salidas todos los días desde la central caminonera de los “tropicales”

1. Concordia

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Fundada como Villa de San Sebastian, por el explorador y conquistador español Francisco de Ibarra, en 1565. Desde este poblado se administraría la provincia de San Sebastian, a la que pertenecían los yacimientos mineros de Copala, Pánuco, Maloya y San Marcial.

Estos descubrimientos atrajeron la mirada de varios españoles que comenzaron a asentarse en la región recién reconquistada e invadida por indígenas, por su seguridad y la de sus minas fue que se fundó el presidio de Mazatlán. Durante el siglo XVII la importancia del pueblo decayó frente a otros centros mineros de la región, dejándola con el orgullo de ser la ciudad colonial más antigua del sur de Sinaloa, con la primer iglesia de todo el estado.

2. Copala

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Llamada en memoria de la ciudad del oro y la plata que Ibarra anhelaba encontrar, apenas tuvo que esperar ocho años desde su fundación en 1565 para convertirse en la sede de los poderes regionales, teniendo bajo su jurisdicción Concordia, Mazatlán y San Ignacio, entre 1573 y 1692, cuando la sede vuelve a cambiar de lugar.

Los mulatos que vivían en el presidio de Mazatlán y vigilaban el puerto tenían que responder a sus ordenes, aunque regularmente actuaban por su cuenta causando el descontento de las autoridades copalenses.

Tras la independencia llegó a ser municipio, guardando aun hoy día uno de los pasados más brillantes en lo que a las minas y cultura se refiere.

3. Pánuco

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Si México hubiera continuado un régimen monárquico al hacerse independiente, es seguro que el puerto de Mazatlán habría estado regido por el marqués de Pánuco.

El pueblo que le da nombre a este titulo nobiliario, escondido entre los arboles y cerros de la sierra sinaloense, fue desde su fundación en 1565 una verdadera joya para los mineros. Francisco de Ibarra moriría aquí en 1575, dando a entender la predilección que tenia este sobre los otras minas y villas que descubrió y fundó.

El marquesado fue creado en 1773, gobernándolo la familia Vizcarra durante cuatro generaciones. Tras la independencia, la Compañía minera de Pánuco tuvo sus oficinas en el puerto, frente a la plazuela Hidalgo, en el primer edificio con elevador.

4. Villa Unión

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Como ya se ha dicho en anteriores ocasiones, el presidio de San Juan Bautista de Mazatlán, fundado por vez primera en 1576 por el mulato Martín Hernandez, su familia y compañeros, no es otro que el actual Villa Unión.

Aun después de la independencia mantuvo su poder sobre el puerto, hasta que se trasladaron a este último la aduana en 1828 y el ayuntamiento en 1837, tras esto la influencia del antiguo presidio fue cayendo bajo la sombra del nuevo Mazatlán, sin embargo esta relación y cercanía le trajo beneficios. De la segunda mitad del siglo XIX a la primera del XX, el epicentro industrial y económico del pueblo estuvo en la fabrica de hilados y tejidos Corvera, propiedad de los dueños del edificio Corvera, hoy Café Pacifico.

5. El Rosario

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Si un pueblo antecedió la pujanza económica que tiene el sur de Sinaloa representado por Mazatlán, fue sin duda la misma que tuvo durante la colonia y primeros años del México independiente con El Rosario a la cabeza.

Cuenta la leyenda que en 1655, cuando por accidente su rosario se rompió, el caporal Bonifacio Rojas encontró la Mina del Tajo. En 1692 se convierte en la sede de los poderes que dirigían la parte sur de Sinaloa y, tácitamente, el resto del estado.

Para 1780 era la población más importante del noroeste de México, situación que inspiró al mismo Julio Verne para describirla en El eterno Adán. Gracias a su cercanía con Mazatlán hizo que este desbancará a San Blas como principal puerto de la región.

6. La Noria

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Aunque actualmente el tequila tiene denominación de origen fuera de Sinaloa, durante mucho tiempo la actividad central de esta comunidad fue la elaboración de esta embriagante bebida.

Con sus haciendas establecidas desde finales del siglo XVI, su importancia económica proveniente del mezcal la constituyeron en uno de los municipios del estado hasta 1882, cuando entra a la administración de Mazatlán.

Esta situación la puso en el camino de las tropas invasoras durante la intervención francesa, teniendo en sus inmediaciones una de las batallas más cruentas del estado donde los franceses resultaron vencidos, sin embargo, el costo de esta victoria sería la venganza de estos últimos con el incendio de sus edificios y campos.

7. El Quelite

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El escondite natural que guarda los colores y sonidos de otra época, existe desde antes de la independencia, sin embargo su importancia estuvo reservada para momentos claves, como cuando aquí se formó el gobierno provisional del estado durante la intervención francesa, ya que Mazatlán -capital de Sinaloa en ese momento- había sido tomada.

Su aislamiento de las principales rutas de comercio lo convirtieron en la guarida ideal de asaltantes como José Laureano Campanar y su banda los Laureanos, que según dicen guardaron sus tesoros en las inmediaciones del pueblo, y de bandoleros revolucionarios como Heraclio Bernal, quien tuvo su centro de operaciones entre las casas quelitenses.

8. El Recodo

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Si bien Mazatlán es considerada por muchos la cuna de la banda, el nombre de este poblado es conocido por ser el que tiene una de las agrupaciones de banda sinaloense más antiguas y reconocidas de la historia. Cuando se fundó a mediados del siglo XVIII tomó el apellido de sus primeros habitantes, Requisio, que luego cambiaría por el de Cantaranas, por la fauna del lugar prodigiosa en anfibios y caimanes.

Alrededor de 1822, cuando se secaron las lagunas que lo rodeaban, tomó su actual nombre por la escuadra que hace el rió Presidio al pasar por el pueblo. De aquí, además de la banda ya mencionada, han salido varias generaciones de músicos que han acompañado o formado otras bandas regionales y reconocidas.

9. Aguacaliente de Gárate

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Si La Noria era el centro mezcalero del sur de Sinaloa, Aguacaliente era el de los vinos. Fundada en 1776 por un grupo de indígenas bajo el mando de José Pardo, mudándose posteriormente por idea de Juan José Gárate, quien mando construir una iglesia sobre el antiguo panteón, alrededor de la cuál crecería el pueblo.

Gárate buscaba parte de los tesoros escondidos por los Laureanos, corriendo el rumor de que gran parte de este lo enterraron cerca del poblado, sin embargo su verdadera vocación, la viticultura, dejó una industria sobre la que el pueblo tendría su apogeo. Durante las guerras entre agraristas y dorados en el siglo XX, aquí nacería uno de los lideres de los segundos, el famoso sicario Rodolfo Valdés, llamado El gitano.

10. El Roble

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Dicen que quién canta el corrido de Sinaloa nació en este poblado, a medio camino entre la playa y la sierra. Se dice que debe su nombre al frondoso árbol de la hacienda de los Peraza, una de las familias fundadoras en 1867, donde los viajeros se detenían a descansar bajo su sombra.

A finales del siglo XIX y principios del XX el comercio de la caña, impulsado por Guillermo Haas de la Vega, hizo crecer y florecer a la comunidad. Los Haas, quienes administraban el Hotel Central y el Nuevo Mundo en Mazatlán, construyeron un ingenio azucarero y su hacienda en los limites de este poblado que poco a poco se hizo de sus propias leyendas, como la del líder agrarista Ramón Lizárraga, mejor conocido como El borrego.

AUTOR: Fernando Meraz FUENTE: Docediezmeraz.wordpres.com