Algunas personas piensan que no hay otro arte que nos cuente mejor la historia de un pueblo que la arquitectura. Si esto se aplica en Mazatlán nos encontraremos con una grandiosa catedral ecléctica, mansiones de estilo neoclásico tropical y relieves de inspiración marina por aquí y allá. Así como Nueva York tiene sus rascacielos, Paris sus palacios y Roma sus templos, un apartado muy especial para Mazatlán son sus hoteles, verdaderos monumentos a la vida y obra de grandes personajes que vieron en el puerto el mejor lugar para forjar su destino. No hay mazatleco que no conozca las leyendas que vibran en alguno de ellos, ya sea porque trabajaron aquí o uno de sus conocidos lo hicieron. Entre sus restaurantes, habitaciones y bares, se construyo una historia para Mazatlán, una historia que aquí se divide en nueve capítulos.
1. Fonda de Cantón
A mediados del siglo XIX, los viajeros que llegaban al puerto tenían que hospedarse en mesones y fondas establecidas en casas particulares. El más importante de estos establecimientos, el primero en contar con los servicios de habitación y restaurante, fue inaugurado y dirigido por un inmigrante chino de nombre Luëng-Sing, tenía decorados orientales en su interior, incluso un gong que retumbaba tres veces al día. En 1850, en plena fiebre del oro, el estadounidense Bayard Taylor llega al puerto y prefiere este en vez del otro mesón de entonces, El gallo de oro, dejando para la posteridad una descripción muy animada de su experiencia.
2. Hotel Iturbide
Para 1878, año en que abre este hotel, Mazatlán ya contaba con varios establecimientos destinados al turismo. Entre hoteles y restaurantes, cabe destacar al hotel Cosmopolita, donde se fraguó en 1862 uno de los golpes contra el gobernador en turno. El Iturbide vendría a ocupar el vació espacio de los hoteles de lujo en el puerto, ofreciendo a sus huéspedes una agradable vista de la plazuela Machado, un exclusivo pasaje al teatro Rubio, cuyos propietarios lo fueron también del hotel, además de los servicios de restaurante, repostería y cantina. No es de extrañar que Ángela Peralta, la diva de la ópera mexicana, decidiera hospedarse y morir aquí en 1883, en medio de la terrible epidemia de peste amarilla.
3. Hotel Belmar
Tras la revolución mexicana y la desaparición de los principales hoteles del puerto, Lewis Bradbury Martinez, heredero de una fortuna hecha en las minas de El Rosario, decide convertir la finca familiar de Olas Altas en el primer hotel de Mazatlán con vista al mar en 1923. A pesar del recelo de los lugareños, quienes veían en su empresa una amenaza a su tranquila vida, Bradbury invitaría a sus amigos de la juventud al puerto, muchos de ellos actores y artistas de California. En 1943 este sería el refugio de Walter Disney, cuando el huracán Mazatlán lo sorprendió en su vuelo a Ciudad de México. Un año después, su patio andaluz sería el escenario del asesinato del gobernador Rodolfo T. Loaiza durante el baile de carnaval.
4. Hotel Freeman
Cuando Guillermo Freeman Rojo regresa de su largo viaje en Estados Unidos, donde aprendió la profesión de arquitecto y trabajó para importantes firmas en el pacifico, piensa que Mazatlán necesita una urgente renovación urbana. Tras construir algunos condominios entre las ya antiguas casas del centro histórico, se da a la tarea de construir un hotel a una cuadra del Belmar que rebasará los cinco pisos de las construcciones más altas de entonces. En 1942, su proyecto de trece pisos comenzaría a levantarse ante la mirada de escépticos y pesimistas que vaticinaban su derrumbe a causa de los vientos marinos. Al abrir sus puertas en 1950, el Freeman no era solo el edificio más alto de Mazatlán, sino el de todo el noroeste mexicano.
5. Hotel Playa
A comienzos de los años 50’s del siglo XX, Mazatlán apenas contaba con 40,000 habitantes y su malecón llegaba hasta el fuerte 31 de marzo, lo que hoy conocemos como avenida Del Mar y la Zona Dorada no eran más que playas desiertas y lagunas saladas donde muy pocos bañistas se atrevían a ir. En 1954, cuando se comenzó a construir este hotel muy alejado del puerto y sus servicios de agua potable, drenaje y electricidad, Ulysses S. George se ganó el mote de Gringo loco. En 1955, cuando abrió sus puertas el primer hotel en construirse sobre la playa, conectado al puerto por puentes de canoas, con su propia planta de agua y electricidad, se volvió en el hotel más exclusivo de Mazatlán al ofrecer la tranquilidad de sus solitarias playas.
6. Hotel De Cima
Ante el éxito del hotel Playa, que simbolizó la entrada del gran turismo en el puerto, las autoridades comenzaron a construir una avenida para unir esta nueva sección con el paseo Claussen y el resto de Mazatlán. Arturo De Cima, descendiente de una de las familias porteñas más importantes de finales del siglo XIX y principios del XX, decidió prolongar la influencia de su apellido a la naciente industria turística, ubicando su hotel a medio camino entre Olas Altas y la futura Zona Dorada en 1959. Dado a que no le permitieron construir sobre la playa, le bastó con abrir un pasaje subterráneo que uniera a esta con el hotel. Como gran aporte a la hotelería local, cabe señalar que fue el primero en ofrecer los servicios de teléfono y aire acondicionado.
7. Hotel Granada
Siguiendo la estela del Gringo loco, a la creciente Zona Dorada llegaría el coloso de la industria turística del puerto de finales del siglo XX, Julio Berdegué Aznar, quien junto a su familia llegó a México como refugiado político tras la guerra civil española. Tras vender su empresa camaronera, la más grande del pacifico, abre el Country Club y su campo de golf en 1972. La prosperidad lo llevó a abrir el hotel Granada en 1974, el Cid Castilla en 1982 y el Cid El Moro en 1989, siendo este último, con sus veintiocho pisos, el edificio más grande del puerto hasta el 2009.
8. Pueblo Bonito Mazatlán
Las crecientes influencias de Berdegué no pudieron detener a uno de los descendientes de la decimonónica familia de los Coppel, Ernesto Coppel Kelly, cuando quiso invertir en su propia cadena hotelera. A diferencia del grupo Vidanta, que comenzaron con Paraíso Mazatlán en 1975, para después hacer sus mejores hoteles en Acapulco y Puerto Peñasco, Coppel deseaba prosperar en Mazatlán, tal y como lo había hecho su principal rival. Años antes de que la sombra de El Moro cubriese la Zona Dorada, abre sus puertas el primer Pueblo Bonito en 1986, creando cinco años después la ampliación El pueblito, que junto al Esmerald Bay abierto en 2001 -con el spa más grande del puerto- y el Esmeral State -conjunto de villas destinadas al tiempo compartido- del 2007, lo vuelven el complejo hotelero con playa privada más extenso del puerto durante la primera decada del siglo XXI.
9. Estrella del Mar
Mientras Mazatlán y su zona hotelera se sigue expandiendo hacía el norte, una serie de inversionistas, hoy capitaneados por la empresa atunera PINSA, decidieron mirar en dirección a la isla de la piedra, donde las playas recuerdan aquellos tiempos en que el Gringo loco coloco la primera piedra del Hotel Playa. Totalmente alejada de la civilización, este conjunto hotelero con condominios, campo de golf profesional y un santuario de tortugas, con más de cinco kilómetros de playa privada, sin vendedores ambulantes u otros bañistas, es el más exclusivo de todo el puerto. Desde su fundación en 2010, ha inspirado sendos proyectos gubernamentales y de inversión privada que promueven la extensión del puerto hacía el sur, sin que ninguno de ellos haya llegado a buenos términos.
Investigación Realizada por Fernando Meraz para DoceDiezMeraz
Y el Hotel Hacienda ?